Muchos éramos los que esperábamos el retorno de la dupla conformada por Baran bo Odar and Jantje Friese, fascinados por la complejidad de su narración, sumado al estilo intimista y opresivo de Dark (2017-2020), serie alemana que los llevó a la fama y se convirtió en una de las mejores propuestas de Netflix. Dos años duró la espera, con 1899 (2022-) estrenándose el pasado 17 de Noviembre como un aparente drama histórico que -como su predecesora- abre camino a la más pura ciencia ficción.
Con una estética que va evolucionando hacia el steampunk, nuestro escenario es un crucero a vapor que dejó las costas Europeas para dirigirse hacia Nueva York. Diversas son las nacionalidades y clases sociales de los pasajeros del Kerberos, construyendo una serie multilingüe en donde las experiencias personales de sus personajes están intrínsecamente conectadas con cada una de las incógnitas que van surgiendo.
En la nave encontramos a Maura Franklin (Emily Beecham), una doctora que carga con una carta y única pista del paradero de su hermano: un recorte del diario que habla del barco Prometheus, desaparecido hace cuatro meses sin dejar huella alguna. Luego de que el Kerberos recibe un mensaje anónimo, se encuentran con la nave perdida, pero en tierra firme nadie celebra el suceso. Por el contrario, se les pide que lo hundan. El capitán Eyk (Andreas Pietschmann) decide abordarlo para dar ayuda a cualquier posible superviviente, pero pronto la situación da un giro inesperado.
Si bien los amantes de estos rompecabezas seriales seguro disfruten de la propuesta, resulta un poco abrumadora la manera en que se van sumando los giros y vueltas en la historia, dosificando las respuestas a un mínimo con el fin de intentar dar sentido a estos sucesos recién al llegar a la final de la serie. Múltiples son las subtramas que se van planteando y, en el caso de las historias personales de cada uno de los personajes, no siempre se les dedica el tiempo suficiente de conocerlos con la profundidad suficiente como para que conectemos con sus historias individuales. El ritmo de los episodios se llega a sentir un poco lento, cambiando llegado el final de cada capítulo para terminar con un cliffhanger, una nueva gran pregunta que intenta captar nuestra atención lo suficiente como para que no dudemos en comenzar el capítulo siguiente, independientemente de si el recorrido nos funcionó o no.
¿Plagio o coincidencia?
A pocos días del estreno de la serie, comenzó a viralizarse en redes sociales el rumor de que los autores habían plagiado el comic Black Silence (2016). Su autora, la artista brasilera Mary Cagnin, hizo un descargo en Twitter compartiendo imágenes de su obra para marcar las similitudes que encontraba entre ambas producciones.
Luego de leer el comic, es difícil ver estas similitudes como más que coincidencias, ya que la discusión se da sobre motivos que aparecen en varias obras clásicas de la ciencia ficción. En este caso, la pirámide que aparece en ambas obras actúa como un catalizador para mover a la historia, no muy alejado del monolito que Kubrick utiliza en 2001: A Space Oddisey (1968). De la misma forma, algunos cuadros del cómic tienen gran similitud con un par de planos de la serie, así como al menos un giro argumental tiene un vago parecido con uno de los tantos que se suceden en la serie.
Pero estos son vértices en los que coinciden dos historias que toman rumbos distintos, con personajes y motivaciones que nada tienen en común. El comic de Cagni, disponible de forma gratuita en su sitio web, cuenta la historia de una tripulación que explora distintos planetas con la esperanza de colonizarlos, enfocándose en nuestro miedo por lo desconocido y posibles fuerzas intangibles. Recién llegados sus últimos capítulos, vemos que 1899 roza esos temas, pero explora cuestiones más amplias.
El tramo final del viaje
Saturada de subtramas y de pistas que complejizan el guion de formas que no siempre le favorecen, 1899 cuenta una historia no tan pulida como lo fue su antecesora, pero que -al igual que Dark– nos propone un oscuro laberinto que culmina en planteamientos filosóficos. Con una estructura en un principio muy parecida a la de Lost (2004-2010) y múltiples referencias a obras como Matrix (1999), Triangle (2009) o hasta The Shining (1980), la serie cuestiona una y otra vez a cuál es nuestra percepción respecto a aquello que llamamos realidad y cómo es que nuestra subjetividad le da una forma concreta.
Son preguntas que sin duda enriquecen a una historia que parece por momentos dar vueltas sobre su propio eje, más preocupada por tener suficientes sorpresas que por el recorrido. Si bien por ahora solo hay rumores sobre futuras temporadas, es innegable que para Netflix el viaje del Prometheus todavía no llegó a su fin.
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